miércoles, 15 de septiembre de 2010

Tang de naranja, y Cola Jet de limón

Bueno, al verano de 2010 le queda ya poquito. Ha sido este un estío bastante especial, muy triste a nivel personal pero todo lo contrario en el plano profesional.

No voy a centrarme en esta entrada en las cosas personales y tristes sino en las laborales. Pese a que, y como consecuencia de la paralización del servicio de acceso a Internet de Teleredes, ha habido un poco menos de gente en la Biblioteca el balance ha sido muy positivo.

Ha venido gente y, más que a concectarse en plan ciber, lo ha hecho para trabajar, estudiar y leer. El ambiente que se ha respirado en la Biblioteca ha sido altamente positivo. Ya hemos superado los 3.000 socios; exactamente somos ahora 3.476 lo cuál no está nada mal y es una cifra que espero vaya incrementándose a lo largo del próximo año.

También hemos aumentado bastante el número de volúmenes gracias tanto, a las compras realizadas mediante las ayudas que nos ha dado la Consellería y el Ayuntamiento, como de donaciones. Éstas siempre son positivas. Hay suerte, muchas de ellas contienen libros que andaba buscando o que, en otro tiempo, desaparecieron en combate.

Se ha leído bastante. A parte de la trilogía de Millennium, este verano han triunfado otras novelas negras escandinavas como las de Assa  Lärsson o Camila sin olvidar otros títulos. Me ha encantado que, entre los más prestados esté tanto la novela de Antonia como la de Elena. Son muy diferentes pero han sabido encontrar a su público lector.

Otra novela muy prestada ha sido la de Calpurnia Tate, la de la Librería o La Hija de Robert Poste. Ahora, el público lector está descubriendo el mundo de Harry ( no Potter, sino revisado). Otra historia que ha triunfado ha sido la de Katherine Pancol y sus cocodrilos de ojos amarillos; deseo ya que se edite aquí la segunda parte que ya está en Francia.

Libros, historias, palabras que han hecho que el verano perellonero sea algo más que sol y playa. Han permitido que la gente sueñe y se adentre en mundos llenos de sentimientos mientras sus pies eran acariciados por el suave beso de una ola.